Comentario
Del camino que hay desde la ciudad de San Miguel hasta la de Trujillo, y de los valles que hay en medio
En los capítulos pasados declaré la fundación de la ciudad de San Miguel, primera población hecha de cristianos en el Perú. Por tanto, trataré de lo que desta ciudad hay hasta la de Trujillo. Y digo que de una ciudad a otra puede haber sesenta leguas, poco más o menos. Saliendo de San Miguel hasta llegar al valle de Motupe hay veinte y dos leguas, todo de arenales y camino muy trabajoso, especialmente por donde agora se camina. En el término destas veinte y dos leguas hay ciertos vallecetes; y aunque de lo alto de la sierra descienden algunos ríos, no abajan por ellos, antes se sumen y esconden entre los arenales de tal manera, que no dan de sí provecho ninguno. Y para andar estas veinte y dos leguas es menester salir por la tarde, por que caminando toda la noche se llegue a buena hora adonde están unos jagüeyes, de los cuales beben los caminantes, y de allí salen sin sentir mucho la calor del sol; y los que pueden llevar sus calabazas de agua y botas de vino para lo de adelante. Llegado al valle de Hotupe, se ve luego el camino real de los ingas, ancho y obrado de la manera que conté en los capítulos pasados. Este valle es ancho y muy fértil, y no embargante que también abaja de la sierra un río razonable a dar en él, se esconde antes de llegar a la mar. Los algarrobos y otros árboles se extienden gran trecho, causado de la humidad que hallan abajo sus raíces. Y aunque en lo más bajo del valle hay pueblos de indios, se mantienen del agua que sacan de pozos hondos que hacen, y unos y otros tienen su contratación dando unas cosas por otras, porque no usan de moneda ni se ha hallado cuño della en estas partes. Cuentan que había en este valle grandes aposentos para los ingas y muchos depósitos, y por los altos y sierras de pedregales tenían y tienen sus guacas y enterramientos. Con las guerras pasadas falta mucha gente dél; y los edificios y aposentos están deshechos y desbaratados, y los indios viven en casas pequeñas, hechas como ya dije en los capítulos de atrás. En algunos tiempos contratan con los de la serranía, y tienen en este valle grandes algodonales, de que hacen su ropa. Cuatro leguas de Motupe está el hermoso y fresco valle de Xayanca, que tiene de ancho casi cuatro leguas; pasa por él un lindo río, de donde sacan acequias que bastan regar todo lo que los indios quieren sembrar. Y fue en los tiempos pasados este valle muy poblado, como los demás, y hay en él grandes aposentos y depósitos de los señores principales, en los cuales estaban sus mayordomos mayores, que tenían los cargos que otros que en lo de atrás he contado. Los señores naturales destos valles fueron estimados y acatados por sus súbditos; todavía lo son los que han quedado, y andan acompañados y muy servidos de mujeres y criados, y tienen sus porteros y guardas. Deste valle se va al de Tuqueme, que también es grande y vistoso y lleno de florestas y arboledas, y asimismo dan muestra los edificios que tienen, aunque ruinados y derribados, de lo mucho que fue. Más adelante una jornada pequeña está otro valle muy hermoso, llamado Cinto. Y ha de entender el lector que de valle a valle destos, y de los más que quedan de escrebir, es todo arenales y pedregales sequísimos, y que por ellos no se ve cosa viva ni nacida, hierba ni árbol, si no son algunos pájaros ir volando. Y como van caminando por tanta arena y se ve el valle (aunque esté lejos), reciben gran contento, especialmente si van a pie y con mucho sol y gana de beber. Conviene no caminar por estos llanos hombres nuevos en la tierra, si no fuere con buenas guías que los sepan llevar por los arenales. Deste valle se llega al de Collique, por donde corre un río que tiene el nombre del valle; y es tan grande, que no se puede vadear si no es cuando en la tierra es verano y en los llanos invierno; aunque, a la verdad, los naturales dél se dan tan buena maña a sacar acequias, que aunque sea invierno en la sierra, algunas veces dejan la madre y corriente descubierta. Este valle es también ancho y lleno de arboledas como los pasados, y faltan en él la mayor parte de los naturales, que, con las guerras que hubo entre unos españoles con otros, se han consumido con males y trabajos que estas guerras acarrean.